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Lo evitó una conveniente descarga de arcabuzazos del representante papal, Marco Antonio Colonna , y la llegada de Álvaro de Bazán por la otra banda. Don Álvaro de Bazán , el mejor almirante español del siglo XVI, se encargó de adaptar los barcos comerciales a las necesidades militares de España y, cuando los últimos rebeldes a la autoridad de Felipe II (I de Portugal) se hicieron fuerte en las Islas Azores , condujo esta nueva flota a la reconquista del archipiélago. Para cuando los hombres del San Martín pisaron la cubierta de la almiranta enemiga hallaron 400 cadáveres y hombres agonizantes, entre ellos Strozzi, cuyos restos fueron lanzados por la borda. Sus restos fueron usados para construir el Fuerte de La Navidad, el primer poblado español en América. Tras reparar algunos daños sobre la marcha, el Glorioso reanudó la navegación y, ya en las cercanías del cabo Finisterre, el buque español se encontró con el navío Oxford de 50 cañones, la fragata Shoreham de 24 cañones y la corbeta Falcon de 14. No sin antes perder su bauprés (el palo que sirve en la proa de los barcos para asegurar los estayes del trinquete), el navío español los rechazó contundentemente, dando fondo en Corcubión (A Coruña) dos días después y cumpliendo su misión, pues allí descargó el tesoro.

El 20 de septiembre de 1518, zarparon desde Sanlúcar de Barrameda una flota de carabelas y carracas formada por La Trinidad, San Antonio, Concepción, Victoria y Santiago, y capitaneada por el portugués Fernando de Magallanes, que había prometido a Carlos V llegar a las Islas Molucas (Indonesia) y, con ello, regar de especias el mercado español. Durante la conquista de Portugal por parte de Felipe II, los españoles se encontraron en los puertos de Lisboa con la magnífica flota de carracas portuguesas del Imperio luso. El navío apodado el Glorioso, de 70 cañones, fue construido, hacia 1740, en La Habana bajo el nombre del San Ignacio de Loyola y destinado a la persecución de corsarios y otras alimañas. En la batalla del Cabo de San Vicente (1797) , donde se enfrentaron 15 navíos de línea ingleses contra 24 españoles, estuvo cerca de irse al fondo del mar cuando, desarbolado y dispuesto a rendirse, fue salvado por el navío Infante don Pelayo bajo el mando del capitán de navío Cayetano Valdés.

Pero más allá de su tamaño y su larga trayectoria, el Santísima Trinidad es recordada por su trágico final en la batalla de Trafalgar, el 21 de octubre de 1805. Bajo las órdenes del jefe de escuadra, Baltasar Hidalgo de Cisneros , y con Francisco Javier de Uriarte y Borja como capitán de bandera, el navío de cuatro puentes luchó contra nada menos que siete navíos ingleses a la vez antes de ser capturado. Algunos galeones como el San Martín se entretuvieron en varios momentos para achicar agua, pero la mayoría logró volver a puertos españoles. Sobre el perfil de barcos que mejor soportaron el paso por Irlanda destacan los 18 galeones españoles, de los que se se extravió en Irlanda solo uno, el San Marcos, si bien el San Martín fue desguazado al llegar a España y otros habían caído en Gravelinas. Fue condenado a diez años de prisión en el castillo de San Antón de A Coruña, donde Malaspina escribió ensayos sobre estética, economía y literatura. El buque insignia de Medina-Sidonia recibió 200 impactos, algunos de los cuales perforaron el casco y destrozaron los aparejos, aunque la peor parte se la llevaron el San Felipe y el San Mateo.

El encuentro fue desastroso para la fragata, que tuvo que retirarse esa noche con graves daños en casco y aparejo. Incapaces de arreglar los daños más severos, el Glorioso se dirigió desde el norte hacia Cádiz. Este gigante de la navegación fue alumbrado en 1769 en los astilleros de Cuba tras dos años de trabajo y 40.000 ducados. No obstante, sufrió distintas modificaciones posteriormente en los astilleros de Ferrol y Cádiz, de modo que se convirtió en el único navío del mundo que contaba con cuatro puentes, aunque nunca se logró solucionar del todo los problemas de estabilidad del buque. Las dos embarcaciones supervivientes, al mando del almirante de misteriosos orígenes, emprendieron el viaje de regreso a España. Frente a la flota de Bazán, acudieron 64 barcos, la mayoría de tonelaje medio, al mando de Felipe di Piero Strozzi , almirante florentino al servicio de Francia y de los rebeldes portugueses. En total, la Santa Alianza estuvo formada por una flota de 200 galeras, 100 embarcaciones de transporte y 50.000 soldados (la mayoría españoles o pagados por Felipe II ), frente a la temible fuerza musulmana, que sumaban 208 galeras, 66 galeotas y fustas y unos 25.000 soldados, entre ellos 2.500 jenízaros armados con arcabuces.

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